Por
Israel Batista (editor)
Quito,
CLAI, 2004.
El actual secretario general del Consejo
Latinoamericano de Iglesias, el pastor metodista cubano Israel Batista, ha
demostrado, en el tiempo que lleva en el cargo, una enorme sensibilidad, por un
lado, hacia la vida de las iglesias y, por el otro, hacia su participación en
los procesos sociopolíticos en medio de los cuales llevan a cabo su labor. Esta
conjunción de intereses no debería causar sorpresa, pues es lo que debería
esperarse de un buen dirigente ecuménico, pero cobra mayor relevancia cuando se
trata de alguien que intenta superar el abismo o la separación que,
desgraciadamente, existe a veces entre reflexión teológica y pertinencia
sociopolítica integral. Una de sus preocupaciones es no descuidar nunca, en la
medida de lo posible, la atención directa a las comunidades, congregaciones y
denominaciones, no tanto con el ánimo institucional, obligatorio claro está,
sino en la búsqueda de percibir cuáles son las reacciones y mentalidades para
dialogar con ellas, entenderlas y así tratar de caminar juntos con una visión
eminentemente pastoral.
Con
ese fin, Batista propone, mediante la recopilación de esta serie de ensayos
teológicos, recuperar y relanzar la reflexión en torno a tres temas básicos de
la fe evangélica: gracia, cruz y esperanza, sobre todo a la luz de las
circunstancias actuales, tan exigentes en medio de la incertidumbre causada por
la dictadura global de un sistema económico que amenaza con devorarlo todo.
Este libro, además, forma parte de un proceso iniciado por la Comisión
Teológica Latinoamericana (un esfuerzo conjunto de la FTL, CETELA, Visión
Mundial, ASET, el CMI y el CLAI), cuyo texto base, publicado en 2003,
constituye el prefacio del volumen.
La
introducción (“Para que la gracia abunde”), abre con estas preguntas: “¿Por qué
un libro de la gracia de Dios en medio de situaciones tan inciertas que nos
toca vivir? ¿Por qué hablar de gracia cuando el futuro nos parece que es tan precario?
¿Por qué creemos importante, como evangélicos y protestantes, levantar el tema
de la gracia en América Latina?” (p. 7). Más adelante, relaciona muy bien los
tres asuntos enunciados en el título:
“La pasión de Cristo no es el sufrimiento como un fin en sí mismo, sino
el camino ineludible que nos conduce al sepulcro abierto de la vida. Este es el
don de la gracia de Dios, tras la cruz está la esperanza de la vida. La gracia
en el contexto latinoamericano significa asumir las realidades con sentido de
esperanza. En medio de la pobreza económica, moral y espiritual, vivamos de tal
forma que “teniendo en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda
buena obra” (II Co 2.8b). La gracia es el don de Dios frente a la
desesperación. Nuestras iglesias son comunidades del Espíritu en las que
vivimos la gracia de Dios en Cristo” (p. 8).
Asimismo,
señala que ante los embates de la “teología de la prosperidad”, se ha olvidado
el significado de “la gracia costosa en Cristo”, y aunque el libro no busca
atacar esa y otras doctrinas, sí propone una teología propositiva desde la
gracia, acorde con la genuina herencia protestante.
El
libro se divide en dos partes: La gracia en la vida de la Iglesia, y Viviendo
la gracia en América Latina, enunciados que apuntan muy bien hacia una
ampliación de la comprensión de la presencia de la gracia en el mundo, no sólo
al interior de las comunidades cristianas.
En
la primera parte, el ensayo de Juan Stam, “La sobreabundancia de la multiforme
gracia de Dios”, es una revisión de las bases bíblico-teológicas del tema de la
gracia. Violeta Rocha escribió un ensayo muy breve, tal vez de los más débiles
del libro, donde se ocupa de las experiencias de mujeres en los evangelios y en
la cotidianidad. Abiud Fonseca pasa revista a la dimensión simbólica de la cruz
y su relación con la gracia. Reinerio Arce aborda, en “Gracia, sufrimiento y
esperanza”, un breve pero intenso trabajo, la situación de desgracia que priva
actualmente en el continente y asume, desde la perspectiva del Siervo Sufriente
de Isaías, la figura de Jesús como alguien en cuya pasión se reveló la pasión
de Dios. Elizabeth Salazar Sanzana cierra esta sección al hablar la pertinencia
de la gracia y la reconciliación en estos tiempos.
La segunda
parte del libro inicia con
“Gracia, cruz y esperanza hoy en América Latina”, un ensayo en donde Elsa
Tamez, partiendo de algunos ejemplos recientes de la historia latinoamericana,
insiste en cómo el pecado estructural presente puede ser afrontado mediante la
gracia y la justicia divinas. Fernando Bullón, en “Gracia, economía y mercado”,
ingresa al mundo de la economía para buscar claves de comprensión acerca de la
economía neoliberal y de su impacto en el continente, y la contrasta con los
modelos bíblicos. Su idea básica consiste en que es posible articular esfuerzos
sistémicos de organización económica a partir de presupuestos bíblicos. Algo
similar esboza Amílcar Ulloa (“Gratuidad y mercado. Gracia e idolatría en el
pueblo de Dios”), donde la categoría de análisis que utiliza (la idolatría del
mercado) dota a su análisis de un énfasis profético y crítico más hondo. En esa
línea, Arturo Piedra presenta una comparación entre la teología de la gracia y
la de la prosperidad, como modelos de vida antagónicos puesto que, afirma,
“toda teología es hija de su tiempo, no sólo porque existen condiciones
objetivas que la hacen atractiva [a la teología de la prosperidad], sino
también por la manera directa o indirecta en que se aborda el poder. El énfasis
directo de este discurso religioso consigue que, fácilmente, se lo entienda
como producto de la cultura altamente individualista y egocéntrica del
capitalismo de fines del siglo XX” (p. 145).
Lo anterior se opone rotundamente a una sana comprensión de la
gratuidad, tal como la enseña la Biblia. Asimismo, Piedra explora las
diferencias entre los enfoques coreano y estadounidense de esta teología, y la
necesidad de rescatar el término prosperidad del uso
indiscriminado de que está siendo objeto en los medios eclesiásticos carismáticos
y neopentecostales. Martín Ocaña, a su vez, propone, a propósito del lenguaje
de la teología de la prosperidad, utilizar la idea de “bienestar humano”, para
no hacer pensar que la crítica a esta corriente de pensamiento se opone a la
necesidad de que la gente prospere efectivamente. Para tal fin, identifica la
teología de la prosperidad con una teología de la ley y busca, en el libro de
Job como paradigma, la posibilidad de usar un “lenguaje de la gracia”, ajeno a
la dinámica bancaria o financiera que se ha impuesto en amplios círculos
eclesiásticos. Su conclusión, a base de preguntas consistentes dirigidas a los
líderes y pastores, es muy aleccionadora: “¿Cómo estamos hablando de Dios?
¿Cómo estamos articulando respuestas ante el sufrimiento de la gente? ¿Desde
qué lugar? ¿Desde la ley o desde la gracia? Los pastores y los teólogos debemos
articular una teología evangélica que anuncie y viva la gracia de Dios, aunque
el mundo todavía esté plagado de desgracias. Ése es nuestro desafío de cara al
presente y futuro de América Latina” (p. 181).
“Gracia,
vida y ciencia” de Yattenciy Bonilla, es un acercamiento desde la gracia al
tema de la creación y de la imagen y semejanza de Dios en el ser humano, para
rescatar a la ciencia como medio de gracia en el mundo, según se plantea en
Efesios 1:8. Israel Batista contribuyó con un trabajo sobre “La gracia y la
unidad en un mundo globalizado”, que contrasta la globalización deshumanizante
del neoliberalismo con la unidad cristiana y humana, pues, señala: “La gracia
de Dios nos convoca a trabajar como redes de congregaciones locales y de
iglesias que proclaman el don de la unidad y de la vida [...] En un mundo de
fragmentaciones e individualismo creciente, la hermandad de nuestras iglesias
es el paradigma de la unidad en la diversidad” (p. 210). Ofelia Ortega
sorprende con un texto acerca de “La gracia poética del Dios creador”, donde
considera como punto de partida la Teo-Poesía para comprender
mejor la gracia de Dios, con un énfasis litúrgico. Algo similar desarrolla
Geoval Jacinto da Silva al lanzar la idea de la recuperación de la liturgia
como expresión de alegría, esperanza, gracia y servicio.
Elsa
Tamez, con otra colaboración, centrada en las experiencias humanas, justamente
aquellas que experimentan la necesidad de afirmar la dignidad, encuentra que
ésta se encuentra en estrecha relación con la gracia divina, pues caminar con
una es caminar con la otra, y ante la negación de la dignidad y la ausencia de
gracia, ambas realidades brillan intensamente. Su conclusión es contundente:
“En estas experiencias divinas de la dignidad y de la gracia, no hay forcejeos
mercantiles con intenciones de ‘sacar algún provecho a Dios’, pues en la
verdadera experiencia de la gracia no hay utilitarismo, ni hay sometimientos frente
a nadie ni frente a Dios, sólo hay vivencia de la gracia, lucha continua por el
reconocimiento de la dignidad negada y agradecimiento a Dios por estos dones”
(p. 251).
El libro concluye con un texto de
Elizabeth Salazar que resume la perspectiva general acerca de la necesidad de
proclamar y reivindicar la gracia en un mundo azotado por las desgracias.
Hacía tiempo que no se publicaba un libro monográfico colectivo sobre
temas tan relevantes para la vida, misión y pensamiento de las iglesias
latinoamericanas desde el ámbito protestante. Al alud de publicaciones
católicas acerca de la globalización, hay que agregar ahora este aporte
colectivo de teólogos y teólogas de varias generaciones y de diversas
confesiones. La búsqueda madura y responsable de pertinencia para la
transmisión del Evangelio de Jesucristo sigue siendo una tarea inconclusa que
deberá ocupar las mentes y los espíritus de los pensadores y dirigentes
cristianos, a la luz de los cambios tan vertiginosos que se experimentan en el
terreno social, político y económico.
Esperamos
que a este volumen le sigan otros con la misma orientación teológica y
pastoral.
© Fraternidad Teológica Latinoamericana - www.fratela.org
Revista electrónica
Espacio de Diálogo, (Fraternidad Teológica Latinoamericana)
núm. 2, abril del
2005, www.cenpromex.org.mx/revista_ftl